Este libro llega con tres heridas: «la de la vida, la del amor, la de la muerte», como dijera un sencillo y crudo verso de Miguel Hernández. Y es que una lectura somera de los cuentos que conforman esta obra nos hace pensar que su tema es el pesimismo frente a la condición humana y la muerte (asuntos que de hecho están presentes a lo largo de la obra), pero su verdadero tema, lo que realmente desarrolla esta sonata (queriéndolo o no) es el dolor. Nunca mejor escogido el título, «sonata». Aquí hay una conjunción de tres instrumentos —la vida, el amor y la muerte— que se entremezclan y desarrollan para construir un todo en el tiempo que desenmascara al hombre del pasado, denuncia al hombre del presente y advierte sobre el hombre del futuro. Este libro es una sonata… oscura acaso; y difícil, pero magistral. En este concierto de desesperación, cada nota resuena con la fuerza de una verdad incómoda; en sus páginas hay un dolor y una queja, una herida de amor, en los esposos que se reconcilian, en la soledad, en el hijo rechazado y en el temor de la pérdida. Hay una herida de la vida en el trágico dolor por la represión de la libertad o del placer, en esa vida que se apaga y que duele a cada paso en la enfermedad, en las limitaciones, en la impotencia; en el hermano que se llena de rencor y en el hijo que perdió el camino. Hay, en fin, una herida indecible de la muerte en el asesinato impune, en el desarraigo y en la violencia xenófoba y racista».

(Extracto del prólogo escrito por Juan Andrés Alzate, filósofo y jefe de redacción de la revista Cronopio)