Fragmento del libro "TEXTOS INÉDITOS Beato Obispo-Mártir JESÚS EMILIO JARAMILLO MONSALVE"
Absurdo o esperanza
Compilación de Jorge Elías Echeverría Pulido
Acabo de leer con mucha atención el libro, “El problema del lenguaje religioso” de Antorio, ha sido para mí una revelación, tratar los enfoques nuevos de un problema tan viejo como el hombre – el valor del conocimiento- problema que se hace más delicado, cuando se trata de dar el salto de lo real a lo abstracto, de lo temporal a lo trascendente. El hombre siempre se ha obsesionado por saber si sus conceptos del mundo del más allá, sí corresponden a unas realidades o si solo se trata de imaginaciones.
Este pensamiento dominó la edad media, recordemos las luchas del nominalismo; para sacar el pensamiento de su encantamiento, pensaron los escolásticos las analogías, con todas sus implicaciones. La mente no se contentó.
Kant puso en duda la validez del paso de la realidad al más allá; toda filosofía toca con este gran problema.
El autor trae en la página 101 el “desafío” de Anthony Flew; un jardín donde los discutidores, tratan sobre la causa del jardín. Uno asegura que se trata de un jardinero invisible, no detectable por ningún método científico; el otro niega el jardinero porque solo admite como razonable lo científico. ¿Quién tiene la razón?
En el orden sensible y racional lleva las de ganar el que asegura que se trata de un jardinero imaginario o incluso de ningún jardinero.
Evidentemente esta conclusión no puede dejar tranquilos a los hombres anhelantes, es verdad; ¿nadie ha visto al jardinero, pero habrá absoluta certeza de que no existe?; ¿queda tranquila la mente del positivista?, ¡honradamente no!
Es verdad que no es evidente para la ciencia, la existencia del jardinero, pero también es evidente la existencia del jardín; ¿cómo explicarlo? ¿Por el hecho de que yo no sé explicarlo por el método científico, se concluye con certeza, que no haya otro método de verificación?
¿Por el hecho de no poder dar con la causa, con las leyes positivas, debemos decir que la pregunta por el origen del jardín es inútil, que no merece que se la estudie? ¿Y que, por lo tanto, la existencia del jardinero es una cuestión ociosa?
¿Si afirmamos esto, no corremos el peligro de acabar con la fuente de la ciencia, que no es otra cosa que la búsqueda de las causas?
¿Es interesante para el científico conocer el origen del agua, de la luz, y será inútil la pesquisa por el origen del universo?
¡No es esta, precisamente la actual angustia de los sabios?
¿De dónde viene la vida?, ¿las primeras ráfagas de luz?
¿Podrá la ciencia, hablando con honradez, asegurar que, por sus métodos, llegará a conocer el origen de las cosas?
El autor, en la página 195 habla de la muerte de las “metafísicas”. ¿Es esto tan evidente?, ¿puedo hablar sin metafísica?
Si no hay causas, ni efecto, ni relación, ni principio de identidad, ¿de qué cosas puedo hablar? Y la ciencia, ¿no necesita de estos principios para progresar?
Es decir, ¿no necesita la ciencia una metafísica? Por algo se ha dicho que la metafísica no es sino el sentido común.
Para que la ciencia estudie las cosas, parte de la existencia de las mismas. Pero la existencia es un concepto metafísico.
Sé que, de hecho, hay hombres, quizá multitud, para quienes el problema de la trascendencia, los deja indiferentes; están por no pensarlo…en una zona neutral.
Digo, por no pensarlo; efectivamente, para un hombre pensador y honrado, la posición negativa de los empíricos, no puede dejarlo tranquilo, como dice el autor.
La mente tiene que jugar, y no tiene sino dos alternativas: el absurdo o la esperanza. Hacía tiempos había dicho lo mismo Sertilanges, en su libro “Dios o nada”, no hay alternativa.
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