Opinión
Por: Fabian Zarta
“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”
—Bertolt Brecht
Desde hace algunas semanas, con la llegada de esta pandemia mundial al país (Covid 19), se han empezado a difundir varios comentarios y columnas de reconocidos filósofos y científicos sociales como: Giorgio Agamben, Slavoj Žižek y Byung-Chul Han, por nombrar solo algunos. Todos ellos, tienen una lectura diferente sobre lo que acontece; pero a la vez los une la necesidad de brindar una explicación sobre la forma en la que se ven afectadas sus realidades inmediatas, es decir los países en los que residen o en los que nacieron.
De entre sus consideraciones, sobresalen los temas políticos:
Para Agamben todo esto se trata de una estrategia para generar un pánico colectivo y también como una forma de continuar el terrorismo por otros medios.
Para Žižek, la cuestión gira en torno a los esfuerzos globales para hacerle frente al virus, y la forma como la ciencia y la tecnología deben actuar conjuntamente para poder superar exitosamente este hecho.
Por último, Byung-Chul, recordando a Foucault, afirma que nos encontramos en un panoptismo global en donde nos tienen en una vigilancia total, a través de las redes sociales.
Con el panorama anterior, y como científico social sé que es impensable un análisis de lo contextual sin considerar algunas categorías centrales como lo político y la política, así como las cuestiones del capitalismo y el comunismo; también soy consciente que Colombia no es ajena a ninguna de ellas, pero estoy seguro de que no son las únicas categorías desde las cuales se puede considerar una crisis como la que estamos atravesando. Esto lo afirmo, desde la realidad social presente en un país como Colombia, en el cual emergen categorías como: “hambre” “inestabilidad laboral” “pobreza extrema” “salud mental” y como si fuera poco “corrupción”.
Así las cosas, empezare admitiendo que muchas ciudades en el territorio colombiano han venido gestionando recursos económicos y materiales para la clase media y baja. Ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, que tienen un cierto nivel del complejidad por la cantidad de habitantes, son algunas de las que han sabido manejar con cautela esta situación; pero como no todo puede ser perfecto por el caos que se genera entre la población para poder recibir las ayudas del Estado, muchas de estas familias no reciben nada, de manera que aunque el Estado quiera ayudar a la población, no logra llegar al cien por cierto de la población por su falta de organización.
Por otra parte, no nos podemos olvidar de lo que ocurre en las ciudades pequeñas e intermedias llamadas, en teoría política, “regiones”. Estas ciudades, que parece que todo lo gestionan por no tener tanta complejidad como las grandes ciudades, son las que tienen mas problemas y conflictos; esto se debe a que existen personas que pueden estar en condiciones que las hacen totalmente vulnerables frente a la crisis, pero que no tienen los medios para comunicar la situación en la que se encuentran.
Con lo anterior, no vamos dando cuenta que existen parte remotas en las regiones y en las ciudades en donde habitan familias enteras, con niños recién nacidos y que poco o nada tienen para alimentarse o sostenerse mientras pasa la cuarentena o se reactivan algunos sectores de la economía. Cuestiones como esta, y la misma crisis, dejan ver las deficiencias del Estado en todo su esplendor: un sistema de salud que esta moribundo; un sistema de leyes laborales, pensionales y de bienestar social trajinados; así mismo, un sistema político que tiene al pueblo colombiano en quiebra.
La cuestión es cada vez mas grave de lo que se piensa, debido a que la política y los políticos en Colombia, terminan siempre beneficiando a unos pocos; esa es la verdadera legislación en el país y de la cual pocos médicos tienen conciencia; por este motivo, pienso que el sistema de salud y los profesionales de la salud en Colombia están siendo usados como objetos, se han vuelto “cuerpos dóciles” como diría Foucault. Este hecho termina convirtiendo las elites políticas de este país en unos verdaderos miserables.
Con lo anterior, es evidente que manejar la crisis generada por una pandemia no solo resulta difícil en un país como el nuestro, sino que también permite resaltar las deficiencias de toda la estructura política y social. En ese sentido, es decir sobre las cuestiones macrosociales, encontramos algo particular: la violencia intrafamiliar y la salud mental. Los datos que se tienen sobre esto son claros: ha habido desde el inicio de la cuarentena un aumento notable de violencia contra la mujer o intrafamiliar, esto puede deberse en una primera medida a la desesperación de las familias por no contar con una economía solida para sostenerse durante el periodo de confinamiento; pero también indica que seguimos atados a un pensamiento machista y patriarcal, lo cual es triste, pero es lo que la realidad nos presenta.
Ahora bien, la salud mental es preocupante, las personas se están desesperando ante el encierro, que han tenido que enfrentar por mucho tiempo y en poco espacio. Esto ha puesto en un “jaque mate” sobre todo a los adolescentes y aquellas personas que llevaban una vida agitada y acelerada; pero esta cuarentena tiene dos vertientes, al menos en mi humilde opinión. La primera, tiene que ver con bajar la velocidad con la que llevamos nuestra vida, a gestionarla en calma y sin afanes, la vida es corta eso es cierto, pero tampoco significa que tenemos que hacer todo a las carreras; la segunda, tiene que ver con la presión social de las redes, que dicen “en la cuarentena tienes que aprender otro idioma, tienes que hacer un libro, tienes que hacer y hacer, etc.” esto para mi es totalmente egoísta con el resto del mundo, el que quiera hacer algo que lo haga y el que quiera descansar que también lo haga; de manera que esa presión social que hay por redes que siga de largo, hay personas a las que no nos interesa.
Otro hecho que no colabora en lo absoluto con la salud mental es la hiperproduccion de noticias por parte de los medios de comunicación sobre el coronavirus y las cadenas con noticias faltas o más conocidas como “fakenews” en las redes sociales. Este puede ser un hecho trivial, debido a que el control sobre nuestros dispositivos es autónomo; pero no es tan sencillo, cuando estas noticias se filtran por todos los teléfonos, medios masivos, periódicos y configuran el sentido común de la población; así es que terminamos atrapados en un mar de noticias, comentarios y opiniones que provienen de todos los lugares posibles. Todo lo anterior, termina afectando nuestra salud mental, si no ponemos un filtro y una posición crítica frente a lo que llega a nuestros dispositivos móviles y un control sobre lo que vemos, escuchamos o leemos.
Para ir finalizando, es difícil poner todas las ideas desarrolladas en un solo texto, habrá quienes se sientan identificados y otros no tanto con mis palabras. Pero lo que hay detrás de lo que acabo de exponer, es que existen muchas prácticas políticas y culturales que deben cambiar en nuestro país y que se lograran si nos unimos como pueblo; sólo si somos más conscientes de lo que está pasado ante nuestros ojos. En decir que, para que logremos un cambio social se deben activar nuestros sentidos y ponernos más firmes frente a las estructuras de las elites políticas, de aquellos que nos quieren imponer lo que ellos piensan que esta bien, sin tener en cuenta nuestra voz. El pueblo colombiano no necesita que otro hable por ellos, porque el pueblo tiene voz propia.
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