Fragmento del libro Antología Voces&Versos Grandes Universos VOl. 2

¿Qué es para mí escribir?

Cruzana Echeverri Restrepo

Escribo por cierta necesidad interna, gozona y reflexiva; cierta posición filosófica frente a la vida, la creación y recreación de ésta; acto festivo entre la emoción y el lenguaje, los recuerdos y las imágenes hechas a punta de palabras, signos, ritmos. Construyo la realidad que me habita y limitada desde el lenguaje, la cultura, los contextos sociales, sentimentales y educativos. 

En mi escritura, el parto poético es provocado desde dos dinámicas, primero por las historias de la gente, temas que me llaman, me buscan, se aparecen, y segundo desde el fondo de mí, llevo a palabreos mis sentidos, lo extenso de mi piel, las huellas, los volúmenes (los surcos, los hundimientos, los precipicios, mis planicies, mis puntas, mis montes), las cicatrices, lo periférico, mis entrañas, los cuerpos extraños que me habitan, me fusionan y funcionan, me transitan; palpitaciones orgánicas que me centran la existencia, la inquietud, las humedades, los silencios, los puntos secos, áridos, infecundos, las mil bocas de mis agujeros de luz: los poros. 

Viene entonces la confesión, la reflexión, el descubrimiento, mi decir, mi escrito, mi cuento artesanal y poético. Me enuncio y me denuncio; escribo mi secreta existencia. En la provocación de la escritura soy íntima y privada, fabricante de conciencia de mí y del entorno. Escucho, busco y encuentro en el ruido y los sonidos del mundo los motivos para la escritura; palabras que cargan los sentidos y develan las intenciones, que van como un tejido artesanal, hecho a mano, con lápiz y papel dando forma a los poemas. 

A la hoja en blanco se acerca la loca de la casa, se precipita en la idea, hace el tachón, apunta en el renglón siguiente y guarda; luego viene el vigilante de sentidos y significados, posa los ojos en las frases, las palabras, las imágenes, la musicalidad y vuelve y guarda, lo pone en el congelador poético por un tiempo. Crepúsculos después, se abre la caja de poemas congelados, y se revisan uno a uno, oxigenando, salivando, calentando sus gramáticas, su puntuación, su realidad heroica, su fractura. 

Con el cerebro atento sobre la hoja marcada con mil nombres y la punta del carbón sobre el papel se posan los sentidos sobre las palabras, las frases, las imágenes, los ritmos, todo debe apuntar al armónico de una sola idea; se lucha con las vaguedades, la porosidad, la hermética. Con esta prueba, el poema sale como lámpara al mundo del nuevo corrector de estilo, debe resistir la lectura que va del inicio al fin, del fin al principio y el interlineado de sentidos. Pero también corre el riesgo de perderse, puede salir deforme, incompleto, inadecuado y entonces hay que recogerlo y llevarlo de nuevo a la nevera, hasta otra ocasión en que pueda ser reparado, actualizado, revivido, y salir de nuevo a la prueba… Si el poema sale vivo, si rompe el silencio, va al balcón de los oídos, se asoma al corazón de los amigos, y se tira en hojas sueltas como una marioneta que quiere andar tímida por una parte del planeta con gente conocida. 

Pero como los poemas son hijos de uno, no deben andar sueltos, se aventura el escritor al libro, y entonces vienen los expertos a evaluar las intenciones, los estilos, la intensidad, la actualidad, el interés que pueda despertar en los públicos; vienen los costos, las nuevas vigilias, la salida, la entrega en el territorio de las tribus (familia, amigos, algún conocido); va a las manos de los posibles lectores, se hace pública la intimidad, la mirada, el asunto que lo habita, y empieza a respirar en otras voces, en otros escenarios, entra en manos y voces desconocidas. El poema artesano entra al laberinto, allí otros hilos de sentido encontrarán al Minotauro o el vacío. 

Escribir poesía para mí es vital. Cobro realidad en el espacio de la letra, la palabra, las imágenes, la voz; en el ritmo (regularidad, son y pálpito), los sentidos, significados, la intención, la artesanía que se abre como una flor sencilla para brindarse en la huerta, y como una luz, el lenguaje pone foco a la hoja marcada con signos y símbolos, y va develando mi intención, mi tensión, mi decir, mi sintonía que vacilante puede cobrar afecto en las voces de otros. 

Escribir para mí es un placer y una necesidad, un juego y diversión íntima. Escribo desde niña; a solas y en soledad, creo que me marcó este trabajo en solitario, la escritura de un poema, un poema que hice a las piedras, esas masas duras, grises de mil tamaños y difíciles formas moldeadas por el agua, que se precipitaba… Poema que fue burla de mis hermanos; entonces empecé a llevar un diario, eso me volvía íntima, era lo mío, mi palabra y la palabra escrita de mi vida, era mi confesión, mi ser, mi escritura viva. Sigo escribiendo como artesana desde entonces. 

¿Qué condiciones requiero para escribir? 

Me provoca la escritura, lo que asalta mis sentimientos, lo que observo, lo que me duele y lo que gozo. Requiero la pausa, estar íntima en la emoción; yo me necesito en un silencio y una pausa para ir a la escritura, soy artesana de la poesía. Confecciono en la escritura la mujer que siento y expreso con libertad, pero también con restricciones en imágenes literarias y lenguajes. Tengo que buscar en diccionarios y textos la precisión del lenguaje, su gramática, su acento. Escribo sin ortografía, luego tengo que recurrir a otros para que me corrijan, me precisen, me sugieran. Escribo sobre las vivencias, los cotidianos, las conversaciones, el paisaje, las geografías humanas. 

Recibo recomendaciones y recomiendo para escribir.

En el Colegio donde estudiaba, en tercero de bachillerato, la hermana Romelia me obligó a llevar un cuaderno exclusivo para los poemas que tenía regados en hojas sueltas, en papelitos, en todos los cuadernos y sus carátulas. La religiosa se asomaba de vez en cuando a ver si había pasado los poemas, en ocasiones me preguntaba si estaba escribiendo. También en esa época llevaba un diario, de este, no le dije nada a la monja; ahí me confesaba día a día. 

En los años ochenta, entré a la Universidad de Antioquia a estudiar Español y Literatura; quería aprender a leer y a escribir y tener la disculpa de cultivar un oficio, ya que ese programa era una licenciatura, unos métodos para aprender a enseñar, a ser profesor de colegio. En esa tarea estuve diez años, pero también y como parte del oficio de estudiante, recorrí las calles de Medellín, aprendí que uno va a la calle a recoger o a perderse, allí encontré, perdí, boté y recuperé “cuartos reflectados”, que son parte del texto Cristal azogado. 

En esos años ochenta participé en la elaboración de la revista Zócalo, que inicialmente hacía parte del repertorio poético para hacer la revolución: Luego se concibió como “la idea de levantar el espíritu, aunque fuera a la altura de un zócalo”, no importaba si no se escribía como el mejor, el más famoso, el asunto era escribir. Levantar el espíritu, hacer el oficio escribiendo poesías o relatos, era poner en escritura el alma, los sentimientos, las percepciones, las miradas, las neurosis. Como era un esfuerzo del bolsillo de estudiantes, publicamos cinco números, pero no se pudo seguir con ese medio. Más tarde conseguí una tarjetera (una máquina donde se imprimen las tarjetas que entrega la gente que es profesional, ese papel en cartulina pequeño que lleva un nombre, la profesión, los teléfonos y la oficina), pero no la usaba en eso sino en la impresión de poemas; con los amigos armábamos el texto artesanal, recogíamos retales de papel, ajustábamos los linotipos. Quien hace el poema imprime el texto físico y lo arma, como arma la escritura, era todo un cuento y un hecho. De ahí nació la Caxa, y los relatos etnográficos, el cuento ecológico y cosmogonías como “relatos de mares y humedales”. 

Yo prefiero decir que mi poesía es artesanal; me da dificultad la narrativa y el ensayo. Prefiero la poesía. En ella el texto es corto, ligero, juguetón, hecho a pulso de tiempos y sin pretensiones distintas a escribir cosas livianas o pesadas que no son de gran aliento como una novela o un artículo científico, no, la poesía es más libre. Más pálpito y sentido que significado. Es más artificio que técnica o que ciencia; ella es única y fugaz. Es escritura, letra, sencillez, emoción, punzón en el corazón y los sentidos. Subjetividad hecha a poemas, como un tejido hecho con suspiros y aire ligero. 

La poesía es una escritura más cercana a mis ritmos, mis años y mis tiempos. Comparto el mundo laboral con el poema. Diariamente leo un poema o me aproximo de alguna manera a la poesía. Tomo autores por épocas: Borges, Neruda, Barba Jacob, León de Greiff, José Asunción Silva, José Manuel Arango, Gonzalo Arango, Juan Manuel Roca, León Felipe; y en la actualidad tomo el aliento de Lao Tse y Dulce María Loynas. Ahora Publico mis textos y converso con la Editorial “Libros para Pensar.

Adquiera el libro AQUÍ

otros títulos de editorial libros para pensar

Esto es puro cuento Antología Vol. 2

Eso es puro cuento. Antología Vol. 2 / Cuentos 

Varios autores

COMPRAR

Cola de cerdo, el suicida fallido / Cuentos

Carlos Alberto Velásquez Córdoba

COMPRAR

Porno / Cuento

Emilio Alberto Restrepo

COMPRAR

Portada Lunas-coloridas

Lunas coloridas / Cuentos

Varios autores

COMPRAR